El domingo por la noche y con el voto popular, Ucrania ganó el festival de música de Eurovision, el cual si no figura mucho para nosotros en el continente americano, se vive como una suerte de mundial fiestero, con luces, conducción en varios idiomas y absoluta fiesta en Europa.
Con esto no quiero decir que no sea relevante como competencia artística, aunque… tal vez sí, un poquito. Es más bien un termómetro de dónde están las emociones y posturas respecto a la vida de los países que participan. Y este año Rusia no fue uno de ellos. Fueron magistralmente “desinvitados”.
Hay que destacar un par de cosas. Así que superando a la Gran Bretaña, Kalush Orquestra, cuyos integrantes obtuvieron un permiso especial para ir a competir en Turín, Italia, celebró el éxito con el entusiasmo de muchos de sus competidores. Con un tuit de su presidente Volodímir Zelenski, festejaron y sobre todo esperan que el siguiente año la competencia pueda realizarse en su tierra.
Esto con un claro deseo de pensar que la guerra va a ser cosa del pasado muy pronto. Esto resultó ser un acto bastante “único” para un presidente bajo fuego. Sin embargo, nada de lo que ha pasado con esta guerra ha sido común o típico.
Lo que sí ocurrió como uno podría imaginar fue la liberación de bots por el mundo quejándose del hecho como si todo esto fuese un atentado populista contra lo más sagrado de las Bellas Artes.
De risa, realmente, la categoría se llama “Voto Popular”, no Mejor Composición o Interpretación. Pero en una guerra los frentes estos días no serían creíbles ni en la ficción apenas hace unos cinco años. Por cierto, para mí lo mejor de esta fiesta, aparte del derroche de solidaridad,
fue la conducción de Alessandro Catelan, Laura Pausini y mi siempre consentido Mika.
Susana Moscatel
Twitter: @susana.moscatel