El futbol y la política nunca han generado buena química en México. Hay testimonios de sobra que ilustran que cuando algunos personajes han intentado operar de forma simultánea en los dos campos, se generan condiciones que terminan propiciando incomodidades y molestias por doquier. Esto no sería censurable si no se pusiera con esto en riesgo los frágiles equilibrios de un deporte-negocio que capta la atención de millones de personas y en el que tanto dinero está en juego.
La gran mayoría de los propietarios de equipos de la Liga Mx está consciente de esto y ha impuesto una especie de código de honor que no permite que un operador político ejerza de directivo en un equipo y menos en un mando federativo.
Cuando los propietarios de clubes hace ya más de un año revisaron el perfil de Mikel Arriola y les gustó para que encabezara los destinos de la Liga Mx, pusieron énfasis particular en que el ex director de la Cofepris y del IMSS y también ex candidato del PRI al gobierno de la Ciudad de México, les asegurara que no iba a mezclar sus nuevas tareas con la política. Literalmente, Mikel tuvo que comprometerse a ello. Y lo ha cumplido. Nada de política y menos partidista.
Caso contrario sucede con Mauricio Doehner, cabeza de los Tigres y con Jesús Martínez, de los Tuzos, a quienes se les empieza a ubicar como abiertos operadores políticos. En el caso de Doehner, también vicepresidente de Cemex, la principal cementera del país, ha empezado a construir una agenda como directivo de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex). Esta organización, hay que tenerlo en cuenta, se ha mantenido abiertamente confrontada, en lo que va de la 4T, con el presidente López Obrador. Doehner tiene participación activa también con el gobernador de Nuevo León, Samuel García. Acá encabeza un consejo dedicado a temas económicos.
No es un tema sencillo de abordar dada la fuerza que tienen los Tigres en la Liga Mx. Pero que se trate en alguna asamblea de dueños es casi seguro. Quienes tienen esta inquietud cada vez menos velada ponen el ejemplo de Jesús González Ornelas (mandamás de los Rayados del Monterrey, representando a otro monstruo empresarial, Femsa), que ha mantenido siempre un bajo perfil y ha sido consistente con sus responsabilidades deportivas, siempre lejos de los reflectores, alejado de la actividad de cámaras y consejos empresariales.
Entre los temas que los Tigres y Doehner le han quedado a deber al futbol, a sus aficionados preponderantemente, es en el que el proyecto de construir un nuevo estadio pareciera abandonado, esto pese a todas las grandes expectativas que generó. Nuevamente: ¿en dónde estás?, ¿en el negocio del futbol o en la política?
El futbol es muy celoso. Y estás por completo en él o puedes terminar perjudicando a todos. Si no pregúntenle a tantos y tantos rectores que desde las universidades que gobernaron quisieron meterse en él. Todos quedaron fuera.
Rafael Ocampo