MADRID.– El sol del mediodía ingresa por la ventana e ilumina con gran profesionalismo a este artista, como si tuviese un foco que lo alumbrara adrede. No cabe duda de que aquel hombre es una estrella. A pocos metros de aquel bar la estatua de Federico García Lorca arrulla su expresión. Ángel Ruiz ha interpretado al poeta en la exitosa serie El ministerio del tiempo y en “No me encontraron”, el video de Miguel Poveda; y ha cosechado múltiples premios, entre ellos el Max al mejor actor de teatro y el de la Unión de Actores por su trabajo en Miguel de Molina al desnudo. Es precisamente este unipersonal el que trae a Buenos Aires, donde compone al mítico cantante de copla.
En 2016 Ruiz estrenó en España el unipersonal donde recorre la vida de Miguel de Molina y donde también interpreta sus temas más famosos: “Ojos verdes”, “La bien pagá”, “Compuesta y sin novio”, “Me da miedo de la luna”, “La rosa y el viento”, “El zorongo”, “Te lo juro yo”, “Triniá” y “Agüita del querer”. Desde entonces, el texto y la obra no han sido modificadas y Miguel de Molina ha ingresado un poco en Ángel Ruiz, intérprete y autor de la pieza: “Lo que le duele a él, me duele a mí”, confiesa. Miguel de Molina al desnudo está dirigida por uno de los referentes de la escena española actual, Félix Estaire, y cuenta con la coreografía de Mona Martínez.
En 1942 Miguel de Molina se marchó de España, tras varios episodios de maltrato, violencia y persecución, y solo regresó a España una vez, por un breve período de tiempo. “Su historia es un eco muy lejano en España. Durante esos 40 años de régimen siguieron maltratándole y obviándole. Por homosexual, por republicano, por cuestiones personales. La gente conoce sus canciones, pero desconoce su historia y cómo en poco tiempo surgió de la nada y se convirtió en la máxima figura de la copla, competencia con Concha Piquer”, destaca Ruiz quien advierte la emoción que genera en el público en cada función.
Las cosas del querer (1991), de Jaime Chávarri, está muy libremente inspirada en la figura de Miguel de Molina quien se sintió traicionado cuando vio el resultado final de esta producción para la que se había reunido varias veces a contar su triste historia. “Odiaba la película porque era visceral. Era todo o nada. No había escala de grises”, destaca Ruiz. Es aquí donde reside el germen del espectáculo que propone el actor, una mirada y una obra que es un homenaje y un mimo a uno de los artistas más grandes que ha dado España. Para esta composición, Ruiz se documentó de modo minucioso. “Él tenía cierta resistencia de contar la verdad, pero, sobre todo en los últimos años, escribía su propia historia, aunque no la publicó nunca. No sé si por orgullo, por miedo, por vergüenza. Nunca hizo nada por editarla. Sentía esa necesidad de contar, pero la dejaba allí”, explica Ruiz y también el modo en el que reconstruyó la vida del cantante, ayudado por los testimonios que recabó también del sobrino nieto del intérprete, Alejandro Salade, quien lleva adelante la Fundación Miguel de Molina.
Tras un breve paso por México y por los Estados Unidos, Miguel de Molina eligió la Argentina como lugar de residencia: “Yo soy muy agradecido. En la Argentina he encontrado mucha gratitud. Tengo aquí tengo muchas querencias que me va a costar dejarlas. Quiero mucho a España, pero la Argentina ha sido muy generosa conmigo”, decía Miguel de Molina en una gran entrevista que le hizo el periodista Carlos Herrera en Buenos Aires en 1990.
“La copla tiene un sambenito muy gordo que tiene que ver con la guerra y con el franquismo, pero surge antes, en un momento de vanguardias, antes de la Segunda República, y allí se convierte en un género propio con la intención de grandes intelectuales, escritores y músicos, de cultivarla”, explica Ruiz y menciona a García Lorca, a Manuel de Falla y a Rafael de León, entre otros. También distingue dos momentos de la copla: el primero, la copla de la República, versátil, donde la mujer es moderna e independiente, con figuras como la de Miguel de Molina o la de Imperio Argentina; y el segundo, durante el franquismo y la censura. “En este último momento, la copla se fagocita a sí misma y se convierte en una parodia de sí misma”, lamenta.
Ruiz nació en Pamplona en 1970, pero sus padres se mudaron a Málaga cuando era muy pequeño. Como Miguel de Molina, Ruiz era la estrella de su cuadra y del edificio donde vivía: reunía a un joven grupo de vecinos que embelesado escuchaba cantar al niño. Hay otros paralelos entre los dos artistas, quienes dejaron la ciudad andaluza y se mudaron a Madrid para labrar allí su carrera en una plaza teatral más amplia. “Pensaba que cantar era una necesidad mía de hacer disfrutar a los demás, de hacer reír, pero yo quería ser veterinario, abogado, misionero”, dice y recuerda que fue en un festival en el Teatro Romano de Málaga, con un espectáculo de Ángel Pavlovsky –argentino, radicado en España–, donde sintió algo que lo movilizó profundamente y le hizo replantearse su vocación.
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La exigencia de Ruiz para interpretar Miguel de Molina al desnudo es muy alta, no solo vocal, sino también emocionalmente: “Voy de la risa al llanto, de la risa al llanto. Es muy duro. Puedo hacer algunas funciones por semanas y cuando lo hago soy una monja de clausura”. Ruiz destaca aquello que más admira de la estrella de la copla: “Hay que ser muy, muy inteligente para venir de una familia tan pobre y para en tan poco tiempo colocarse e inventarse a sí mismo. Creo que es de alguien que tiene una inteligencia por encima de lo normal”.
García Lorca y Miguel de Molina han estado siempre cerca de Ruiz, o, mejor dicho, dentro de él. La composición que realiza de ambos es entrañable, pero es el cantante de copla quien late y respira cerca de él de modo ininterrumpido desde hace tantos años y a quien le rinde homenaje en cada función: “Siempre he pensado que Miguel de Molina me ha elegido y que me ha estado ayudando desde algún sitio”.
Miguel de Molina al desnudo
Teatro El Picadero, Enrique Santos Discépolo 1857
Miércoles 23 y 30 de marzo, a las 21.30; jueves 31 de marzo, a las 20.
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