El régimen de la 4T es desaforadamente estatista pero, a la vez, ha emprendido una resuelta operación de acoso y derribo para aniquilar los organismos gubernamentales. El tema no es echar a la calle a los burócratas con plaza vitalicia, desde luego, pero muchos de los otros empleados de la función pública, miles y miles de ellos, han sido pura y simplemente despedidos. Me pregunto, por cierto, qué es lo que estará viviendo esa gente justamente en estos momentos de severísima contracción económica: ¿hay acaso empleos, en algún sector, para dar ocupación a todos esos antiguos trabajadores de la administración? ¿Qué oportunidades laborales puede encontrar una persona en un entorno de empresas quebradas, hoteles vacíos, restaurantes cerrados y fábricas funcionando a medio gas?
Estamos hablando de mexicanos que, de pronto, viven una situación de inesperado desamparo siendo que las obligaciones contraídas —la renta del apartamento, la hipoteca de la casa, la mensualidad del coche, las colegiaturas o el préstamo bancario— siguen ahí, tan implacables como imposibles de solventar, y que asuntos como la simple compra de la despensa semanal o el pago de la cuenta de electricidad se vuelven angustiosas servidumbres.
La clase media parece no importarle demasiado a nuestros actuales regentes. Su prioridad, dicen, es el combate a la pobreza extrema. Para mayores señas, la vacunación de los viejos no comenzará en las zonas urbanas —así de densamente pobladas como estén y así de contagiados como se encuentren, precisamente por ello, los lugareños (que, encima, pueden también vivir en condiciones de verdadera miseria)— sino que tendrá lugar en los lugares más apartados del territorio nacional.
Se privilegia así la atención a las comunidades rurales —en muchos casos las más marginadas, hay que decirlo— por encima del hecho de que los efectos de la epidemia son mucho más devastadores en las ciudades.
Pero, en fin, más allá de las obligaciones morales que puedan tener los responsables políticos y de la imperiosa necesidad de mejorar las condiciones de vida de millones de compatriotas, ¿sirve de algo el desmantelamiento del aparato público? ¿La austeridad gubernamental trasmutada en galopante desempleo es beneficiosa para el país?
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